A medida que el
tranquilizante iba haciendo su efecto, yo iba retomando mi humor, y
cuando me sacaron con la cama y sus rueditas para el pasillo yo iba
cantando “Vamos de paseoooo, pi pi piiii, con un coche feoooo, pi
pi piiii”. Y luego, cuando vi la cantidad de botellitas que ponían
para enchufarme a la vía no pude otra cosa que decir “Uohhhh, me
voy de botellón, vivaaa”. Es lo que tienen las dronjas, que
siempre sale el sentimiento de exaltación y júbilo... ¡y eso que no me las habían metío en el colacao porque iba en ayunas!
Por suerte, era de
las primeras que operaban, así que no tuve que esperar demasiado
tiempo. Me llevaron supongo que al quirófano, que era como una sala
de torturas llena de cacharros por todos lados, e intenté colocarme
como pude con más frío que un camello en el polo Norte sobre la
camilla. Ya entraron más personas, entre ellas la anestesista que
hablaba raro raro, y una enfermera que quería atarme estando yo aún
consciente, mientras escuchaba ya pitidos de máquinas enchufadas, el
tomador del pulso en el otro brazo cada dos por tres, y me ponían
unas especies de flores luminosas en tó lo alto que daban calorcito
y me quitaban los tiritones del frío y nerviosismo.
La anestesista
empezó a meterme inyecciones mientras yo le preguntaba de dónde
era. Polaca me dijo que era, y yo que conozco gente de Polonia (Saludos a Marta si me estás viendo en estos momentos XD ),
intentaba recordar alguna frase que decirle. Mi último pensamiento
consciente fue “¿Matriuska era el brindis en polaco?” aunque no
llegué a decirlo, sólo vi una mascarilla acercándose a mí y perdí
la consciencia. [Buscando en el traductor de google: ¡zdrowie!]
Y en la nebulosa
neblina de los recuerdos, hubo un instante que recuperé la
conciencia. “bla bla bla despierta” escuché, y yo, que soy una
chica obediente y no sabía muy bien qué había escuchado, intenté
abrir los ojos. ¡Pero no podía! ¡Madre mía cómo pesaban los
condenados párpados! Así que como quería decir que sí que estaba
despierta, intenté hablar, y tampoco pude... Aunque logré escuchar
un “duérmete” o algo así, y yo, haciendo caso, me volví a los
brazos de Morfeo, más a gustico que un perrino chico.
Después de eso
supongo que me pusieron en la sala de postoperatorio. La anestesia
aún rondaba por mi cuerpo, y cada vez que abría los ojos había una
persona distinta en la silla que tenía al lado: mi padre, mi madre,
mi hermana... La doctora pasó por allí y preguntó qué tal todo,
pero que no hacía falta que hablara, y yo levanté mi dedo pulgar
intentando sonreír para conseguir esta pose:
Aunque seguro que
no quedó tan bien. Mi hermana me preguntó si me dejaron entre Pinto
y Valdemoro, porque una de mis preocupaciones previas era que yo no
me quería quedar en Pinto, sino quedarme en Valdemoro pasao, y yo
para mí que le había respondido que en Valdemoro, aunque después
contrastando la vivencia con ella me dijo que sólo había musitado
algo ininteligible XD
Visión subjetiva. Sí, hice fotos de todo a pesar de estar medio inconsciente XD
En el camino de
vuelta a mi habitación me puse a decir que en el botellón me habían
timao y me habían dado garrafón, porque vaya cómo me habían
dejado la cabeza, y seguí dormitando hasta bien avanzada la tarde.
Vinieron visitas, y también llegó una nueva compañera de cuarto.
Yo me emocioné pensando en que tal vez con ella podría hacer
carreras con los “carros de suero”... Y sí, en mi imaginación
sonaba la melodía de carros de fuego de fondo.
Todo iba
estupendamente. A las 5 ya fui más o menos persona y comenzaba a
utilizar mi cuerpo por mí misma. Incluso podía intentar actualizar mi estado en las redes sociales, eso sí, escribiendo una ristra de letras que poco tenían que ver unas con otras para formar auténticas frases con sentido, jajaja, aunque las que tenían significado lo eran al más estilo "Vivaaaa vivaaaa", que muestra que he sobrevivido y que además tengo la actitud mental de Shin Chan, o "I'm still alive" con la que además queda patente que mi conexión neuronal sobre el lenguaje no materno no fue dañado.
Yo ya estaba
impaciente ¿otra hora? A la media hora, pesada de mí (lo siento)
volví a llamar. “¿ya tienes ganas de hacer pipí?” me
preguntaba. Y yo, que soy muy así le decía “es que yo hago pipí
cuando quiero” y ella “pero si no tienes ganas no” y yo “ es
que sólo tengo ganas de hacer pipí de verdad cuando estoy en la
cola de las discotecas después de hacer botellón, salir por ahí y beber como cosacos toda la noche...” y después de
eso me miró, quitó la pinza y me dijo “¡si no has hecho casi
nada! Espera otra hora”. Y me quedé hundida en la miseria
hurdiendo mi plan para hacer pipí: ponerme nerviosa que eso siempre
funciona.
Inciso para
explicar que sí, que en las situaciones de estrés y nerviosismo,
para escapar a posibles peligros inminentes, una de las estrategias
del cuerpo es eliminar liquidos. ¿Nadie tiene que mear de repente
justo antes del examen a pesar de haber ido mil veces? ¿No se ven en
las pelis como los cobardes se orinan encima en situaciones de
peligro? Pues sí, queridos, sí, todo está orquestado por el
sistema nervioso involuntario.
Y me funcionó,
esta vez esperé no más de tres cuartos de hora, y la muchacha no sé
ya si por lo pesada que yo era o por qué, pero me quitó la sonda.
Eso primero fue un escozor, pero luego un alivio divino, y ni corta
ni perezosa, me dispuse a intentar enderezarme para mover tripillas.
Una laparoscopia
es una intervención poco invasiva, donde con tres cortecitos: uno
para la cámara y dos para las tenacillas y demás instrumental si es
necesario, te quitan lo que te sobra. Lo que yo te diga, esto es como
una liposucción pero a lo sano :D Así que aunque la sensación era
incómoda, pude incorporarme un poquillo.
No te dejaban comer y mucho menos beber. Estar un día entero así, a pesar de tener el suero glucosado pinchado en vena, da mucha hambre y mucha sed... Aunque sí que te dejaban mojarte los labios con una gasa o hacer enjuagues con agua sin tragarte nada. Así que aquí tengo que reconocer que como paciente puedo llegar a ser cansina, porque yo ya quería comer, beber, andar... cosas que realmente no tendría por qué hacer aún, así que cuando después de las diez me dieron un zumito de melocotón mis ojos desprendían estrellas y amor por tan buen acto de piedad. Y ya con las fuerzas que me dió el zumito, salí a dar un mini paseo a una velocidad casi negativa de lo lentita que iba, que ya que estamos, tampoco hay que pasarse con los movimientos.
Esa noche se quedó
mi padre conmigo, porque como decía mi madre, muy tranquilizadora
ella, si me pasaba algo como desangrarme (esas ideas optimistas que
toda madre tiene) y se acababan todos los grupos sanguíneos afines a
mí por alguna alineación planetaria, me podrían conectar a él en
paralelo o continuo (vete tú a saber si funciona como las corrientes
eléctricas) ya que compartimos el mismo grupo sanguíneo. Así que
con esa serenidad y sosiego dormité hasta que se acabó el
mentalista. Y como hacía un frío de mil demonios, ya que no había
regulador de temperatura en la habitación, me levanté cual fantasma
para darme un paseíto y estirar las piernas, y me acerqué a la sala
de enfermeras a pedir un par de colchas por piedad. Eso sí, susto
que se llevó la pobre enfermera, que me recordó “que el timbre
está para algo” y yo “es que así me doy un paseo y molesto
menos ¿no?”... Nos arropé, e intenté dormir hasta el día
siguiente.
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