22 jul 2011

El día después de la operación


 ¡Qué bonito es despertar pensando en que te darán una tostada con caldillo cuando estás muerta de hambre! Y es que, aunque no lo he dicho antes, en mis anteriores visitas a los médicos me acostumbré a meterme un bollo con caldillo entre pecho y espalda después de cada cita... La consecuencia es que si voy a centros médicos estoy condicionada como el Perro de Paulov y empiezo a salivar pensando en tan suculento manjar, aunque en esta ocasión, mi gozo se quedó en un pozo. Me dieron un mísero vaso de leche, que pude condimentar con un poquito de nesquick que pedimos más tarde.

Pasamos revista mi compi de habitación y yo estupendamente también, y a mí ya me dijeron que podría comenzar con la dieta blanda para comer. Y sí, pesada yo otra vez viendo mi mejoría, pregunté si me podían quitar la vía del brazo. ¡Total! De ahí ya no me sacaban sangre (me habían pinchao en el otro brazo) y con el reflujo tampoco me iban a enchufar nada más, y para mi consuelo, al ver que sí toleraba la nueva dieta, por la tarde me lo quitaron.
Grifo.

Mi obsesión por quitarme todos los tubos y demás supongo que podría ser por deformación “pofesional”, ya que como bióloga, que he trabajado con bacterias y demás, sé lo atractivos que son estos medios para ellas. Una bacteria que vea un agujerito chiquitito se pone toda feliz segregando sus sustancias mucilaginosas para colonizar el nuevo sitio para vivir... Y si ponemos que son las vías de entrada para el cuerpo de los medicamentos y demás, por muy limpio que esté todo, a mí no me da confianza... ¡Mucho mejor si me lo quitan! ¡Donde va a parar! Aunque también entiendo que en otro tipo de enfermos que no experimenten mejorías estas vías han de estar siempre puestas para posibles emergencias. Por eso digo que cada paciente es un mundo, y yo ya estaba mucho mejor.
Peluche de Staphilococcus aureus, bastante común por oportunista. 

Estaba tan mejor que me salí con mi padre a dar un paseíto al pasillo, donde estaban unos conocidos y nos pusimos a charlar. Yo me sujetaba la tripilla, porque andaba algo suelta la pobre, después de haber enredado en ella el día anterior (además de tener miles de gases en su interior, entre la piel y las entrañas, que luchaba por salir o encontrar su lugar y sonaban como la estrella de la muerte en plena invasión de clones “piunnnn piunnnn” “grrrr”).

Un poco más para allá, había unas señoras del pueblo, que con eso de ser del mismo pueblo y verte en un sitio así ya les da la confianza para tutearte y preguntar “¿Qué ha sido, niño o niña?” y yo responderle “Ha sido un alien, que he venido para un quiste Señora”... “Ahhhh, es que como te agarras así la barriga...” y de repente dirigiéndose a mi padre “No sabía que tu hija estaba ingresada” Y yo pensando para mis más adentros “Señoraaaaa, que sigo aquíiii”

Felicitación por mi Alien hecha por mi hermanísima. Y es que qué le vamos a hacer, si compartimos este grácil sentido del humor... XD

Así que fue pasando el día, algunas visitas más, y todo en paz y sosiego. A última hora de la tarde vinieron mi hermana y mi madre con mi abuela, que la pobre está pachuchina con las piernas (eso va a ser del riego), y a medida que anochecía y nos entraban los dolores a todas decía: “¿Ves? Por la noche las heridas se ponen más rabiosas”. Y ambas las dos, a paso de tortuga, dimos un paseíno hasta mi habitación.

Like a Boss.

Tomé por costumbre el ir con las visitas hacia la capilla, aunque fue el primer día cuando la descubrimos, intentando encontrar la “Biblioteca”, aunque ésta, estaba cerrada siempre misteriosamente. No sé si porque no se podía entrar, tenía entrada reservada, o porque ya en la era digital que estamos estaba cerrada por siempre.

Esa noche se quedó mi hermana conmigo, y encontramos en la televisión una película que nos gustaba a las dos “Bodas y Prejuicios” que es una versión Bollywood de “Orgullo y Prejuicio”.

Canción super-molona de la peli, además de actores y actrices tó wap@s.

Y aunque no era muy tarde, a mi compi de cuarto la poseyó un demonio y se puso a gritarnos “que estábamos en un hospital y no son horas, que aquí se viene a descansar y bla bla bla”.
Yo me quedé alucinada, porque en vez de en maternidad, me sentía como si me hubieran trasladado al psiquiátrico de repente. ¡Pero qué locura! Y miraba a mi hermana en cuyo rededor comenzó a aparecer la nube negra maligna que precede a una descarga colérica... Viendo el panorama, dije “en vez de hablarnos así, no hubiera pasado nada si hace una hora nos dices que quieres dormir y que la más leve luz te molesta” porque es que estábamos ya con subtítulos y sin ruido, que una ya se queja por quejarse que es gratis... Y de repente sucedió algo que nunca había visto: la nube negra de mi hermana se disipó... Tal vez fue porque el marido de mi compi nos dió la razón en que un poquito de respeto no venía mal, o porque se apiadó de los dolores que podía padecer la mujer, pero apagamos la tele, y cogimos postura para dormir.

Pero la verdad es que yo después de eso no estaba para dormir, además que con las molestias de mi barriguina tampoco sabía en qué entretenerme, por lo que al final, decidimos dar una vuelta por el pasillo. Un poco más adelante, había una zona que daba a la zona de urgencias, y nos asomamos cuales fantasmas por si había alguien a quien asustar, pero no había nadie... Cosa buena en un hospital, digo yo, que no haya nadie a quien atender.

También había una silla de ruedas abandonada, que irresistiblemente tuve que probar. Y la verdad es que es normal que nadie la montara, porque ¡vaya cómo chirriaba la jodía! Después de un ratino parriba y pabajo con ella, me dispuse a “aparcarla” al lado de la puerta donde la encontramos, y en otra puerta, enfrente, vi asomada una cabecina por una ventanita tipo submarino (de esas redondas). Me asusté y me levanté, pero resultó ser una muchacha del personal hospitalario que ante semejantes graznidos había decidido asomarse para ver si pasaba algo. Y es que la silla no era lo único que chirriaba allí... ¡las puertas también!

Así que me excusé diciendo que al ver la silla no pude contenerme sin montarla, pero que mi hermana, que misteriosamente había desaparecido del pasillo, con una manta por lo alto, estaba conmigo... Claro, yo en plan como las niñas chicas, por si me reñían, que no fuera sólo a mí.

Y ya seguía haciéndose tarde, así que decidimos ir, o al menos intentar, dormir, si es que a la bestia parda no le molestaba.

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